Ara de altar

ARA DE ALTAR

Procedente de la ermita de las Stas. Centola y Elena de Siero, Valdelateja (Burgos)

– Siglo VIII, piedra caliza, 8,5x38x20 cm. Nº Inv.: MBU 3.837

Esta pieza es uno de los escasos objetos litúrgicos conservados de época altomedieval y la única de su clase custodiada en el Museo de Burgos. Se trata de un bloque cuandrangular de piedra caliza blanca con sencillos motivos decorativos grabados. Consta de una serie de líneas incisas que discurren paralelas a las aristas de la pieza y sirven para enmarcar cada una de sus caras. La visión principal corresponde a la superficie posterior, en cuyo centro se ha practicado una oquedad o loculus de forma rectangular con un pequeño rebaje para ajustar una tapa hoy perdida. Alrededor de este hueco se disponen una serie de motivos que son quizás los elementos más interesantes de la pieza. En la parte superior se puede leer la inscripción: CIPRIANVS FECIT en caracteres mayúsculos con rasgos visigóticos. A la izquierda del loculus figura una cruz patada de gruesos brazos con un vástago en la parte inferior. Del travesaño horizontal de la cruz penden las letras alfa y omega. En el lado derecho aparece un motivo de más difícil interpretación; consiste un rectángulo de cuyos ángulos interiores salen pequeños triángulos que apuntan hacia el centro. Precisamente en este punto está grabada una línea con bucles entrelazados que se ha visto como una rúbrica o un laberinto.

La función de esta pequeña pieza era la de servir de ara de altar. Desde los tiempos remotos del cristianismo existía la costumbre de celebrar la misa sobre las tumbas de los mártires, costumbre que fue convertida en norma por varios concilios y que se mantiene hasta nuestros días. De hecho, el acto central de la ceremonia de dedicación de una iglesia es la deposición de las reliquias en el altar.

 Esta es la función del loculus central de esta pieza, a veces designado con la expresiva palabra de sepulchrum. Hoy está vacío, pero en él se albergarían fragmentos de los restos de algún santo, preferiblemente mártir, quizás envueltos en una tela rica o en una cajita o lipsanoteca, de las que existen notables ejemplos en varias iglesias de la provincia burgalesa, como las Covarrubias y Tartalés de Cilla.

Tanto la inscripción como la cruz grabadas proporcionan también información interesante sobre esta ara de altar. La cruz patada con un vástago a modo de insignia procesional es un motivo frecuente en el arte hispano de la época altomedieval. En ocasiones se ha ligado con la monarquía visigoda, como una especie de emblema real que posteriormente adoptarían los reinos cristianos septentrionales a partir del siglo VIII. En cualquier caso representa a Cristo con un sentido apocalíptico indicado por las letras inicial y final del alfabeto griego.

El nombre de Cipriano que aparece inscrito puede hacer referencia a la persona que fabricó el objeto, pero es más probable que se refiera a quien la donó a la ermita de las Santas Centola y Elena de Siero junto al río Rudrón. Esta pequeña construcción prerrománica que posee una interesante inscripción que la data en el año 792, lo que nos da una valiosa pista sobre la cronología del ara conservada en el Museo de Burgos.