SEPULCRO DE GÓMEZ MANRIQUE Y SANCHA DE ROJAS

Luis Araus Ballesteros

El doble sepulcro del Adelantado Gómez Manrique y de su mujer Doña Sancha de Rojas es una de las piezas de escultura gótica más destacadas que posee el Museo de Burgos. Destaca tanto por las pocas obras de la primera mitad del siglo XV que se han conservado como por la relevancia de los comitentes, quienes en cierta manera personifican la turbulenta historia de la Castilla bajomedieval.

Los difuntos representados son Gómez Manrique (c. 1356-1411) y su esposa Sancha de Rojas, ambos pertenecientes a familias destacadas de la aristocracia. Don Gómez, hijo bastardo de Pedro Manrique el Viejo, fue entregado de niño como rehén a los granadinos, donde se convirtió al Islam. Liberado de la prisión volvió a Castilla y al cristianismo, y desde 1385 ostentó el cargo de Adelantado Mayor, participando activamente en la vida política durante los primeros Trastámara. Para enterrarse fundó el Monasterio de Nuestra Señora de Fresdelval, que entregó a los Jerónimos, orden recién fundada por entonces. La elección no fue casual, pues estos frailes representaban la vertiente más rigurosa de la reforma religiosa promovida desde la monarquía castellana.

 Originalmente, el sepulcro se encontraba exento en la cabecera de la iglesia del monasterio, pero posteriormente fue dividido y cada yacente adosado a una pared para despejar la nave. Debido a ello, y a los diversos avatares que sufrió durante el siglo XIX presenta numerosas pérdidas y deterioros. Fue colocado en el Museo en 1870 y desde entonces es una de sus piezas más emblemáticas. 

Consta de una cama muy elevada que descansa sobre leones. Los frentes se articulan con doseletes que en su día albergaron pequeñas esculturas. Lo mejor conservado son los bultos funerarios de los dos esposos, representados con realismo y ricamente vestidos. Don Gómez sujetaba una espada y lleva el hábito e insignias de la Orden de la Jarra y el Grifo, fundada por el Infante Fernando el de Antequera. Viste una larga hopalanda de amplias mangas, sobre la que destacan la estola y el collar, símbolos de la citada orden de caballería, y se toca con un turbante. Doña Sancha, por su parte, se cubre con un rico brial de cuello alto y sostiene un largo rosario en actitud de oración perpetua. A sus pies hacen guardia un león y una pareja de perritos.

La calidad de este sepulcro lo hace excepcional. Son muy escasas las obras contemporáneas que se han conservado y es difícil establecer paralelos. Al mismo maestro se le ha atribuido otra escultura de la Virgen con el Niño que se encuentra en la parroquial de Villatoro y que también procede del Monasterio de Fresdelval. Gómez Manrique habla de la sepultura en su testamento de 1410, pero algunos autores prefieren datarlo en torno a 1430. Sí que hay más consenso en señalar su relación estrecha con la escultura borgoñona, hasta el punto de barajarse la intervención de un escultor extranjero en su talla.